Pavel Durov ya no es solo el cerebro detrás de Telegram ni el magnate que amasa una fortuna de casi 14.000 millones de dólares. Ahora también es, según sus propias palabras, padre de más de 100 hijos. Y no es una metáfora.
Hasta hace poco, su fama se ceñía a la plataforma de mensajería que fundó hace más de una década, siempre en el centro de debates sobre privacidad, criptografía y su cruzada contra los gobiernos que intentan ponerle freno. Pero el creador del "WhatsApp sin correa" acaba de acaparar titulares por un motivo que pocos veían venir: su descendencia.
"He escrito mi testamento": Pavel Durov revela su inesperado plan familiar y sucesorio
En una entrevista con el diario francés Le Point, Durov explicaba que tiene seis hijos biológicos con tres mujeres diferentes. A eso hay que sumarle más de un centenar de niños repartidos por 12 países distintos gracias a sus donaciones reproductivas. Sí, hablamos de donaciones médicas. Y sí, también los considera hijos. Todos. Sin distinción.

Preocupado por que sus bienes terminen en manos indeseadas —"enemigos en estados poderosos", en sus palabras— o que sus hijos terminen enfrentados por la herencia, Durov ha decidido adelantarse al caos. Ha redactado un testamento donde deja claro cuánto corresponde a cada uno. Aunque, eso sí, habrá que esperar. Según sus deseos, ese reparto no podrá activarse hasta dentro de 30 años.
Con 13.900 millones de dólares a repartir, la lógica dice que cada heredero podría recibir en torno a 131 millones. Pero Durov no quiere que nadie viva del cuento. Siguiendo el ejemplo de Bill Gates o Mark Zuckerberg, su testamento viene con mensaje: antes del dinero, toca aprender a vivir sin él.
"Quiero que se forjen a sí mismos, que sepan lo que cuesta ganarse la vida, que no dependan de una cuenta bancaria", afirmaba. La idea es que lleguen a los millones sabiendo lo que es pagar el alquiler, madrugar y tener dudas existenciales con la declaración de la renta. Lo mínimo.
Durov podría comprarse una isla en el Caribe y aún le sobraría para vivir varias vidas sin mirar la cuenta. Pero, como él mismo reconoce, todo esto puede cambiar. Falta saber si en 2055 su visión del mundo y de la herencia sigue siendo la misma… o si la cifra de hijos ha seguido creciendo hasta convertir su legado en un rompecabezas matemático global.